Un lugar llamado Tarcha

by Elisa Hernández (Spain)

The last thing I expected Ethiopia

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2/08/2017. Los nervios se apoderaban de mi, mi avión destino Addis Abeba (capital de Etiopía) despegaba. Iba a pasar un mes de voluntaria en un pueblo al sur de Etiopía llamado Tarcha. En el avión ya sentada no pude resistirme a escribir en mi diario mis sensaciones antes de llegar allí. Aquí en España, estábamos en verano, pero allí era invierno, y aunque el invierno de allí es cálido, es tiempo de lluvias, y efectivamente, de 30 días nos llovió 20. Llegamos al aeropuerto de Addis a las 6 am, donde un camión junto con nuestras maletas llenas de ropa para repartir por los pueblos de alrededor y el conductor, nos dirijimos a Tarcha.8 horas de camino de tierra y piedras. Una vez en el pueblo y ver donde nos íbamos a alojar, casi me da algo, era todo tan distinto y tan pobre, que no imaginaría que iba a pasar un mes allí. Cucarachas, arañas y el suelo de las habitaciones embarrado. Las actividades que se llevarían acabo durante el mes serían: dar clases de inglés desde los 2 años hasta los 30 años, campamento de verano par los más pequeños, dar clases de español a jóvenes y repartir ropa por los puebos de los alrededores. La primera semana de clases, estábamos con miedo, pero una vez vimos la predisposición de los niños y jóvenes a aprender, fue increíble la sensación de ver como a unos 50 niños querían entrar en la clase.Una vez terminaba la jornada escolar, hacíamos juegos con los más pequeños. Eran puro amor, lo último que esperaba es que fuesen tan acogedores y sonrientes, pues vivían en la pobreza pero nos hacían mimos, nos peinaban y hacían trenzas y se reían por el color tan distinto de piel que tenemos. Nos hicimos muy amigos de una pareja de primos que nos ayudaban a traducir su dialecto con el inglés. Las familias a las que fuimos a visitar nos ofrecían café y pan hechos por ellos mismos y en esos momentos lo último que esperaba es que nos diesen de lo que carecen y que estuviesen tan felices de ternos con ellos. Durante el mes, fuimos probando cada una de las comidas tradicionales del lugar. Allí, la comida es picante pero rica. En los repartos de ropa, la gente se avalanchaba por conseguir ropa, estaban deshidratados, muy delgados y con enfermedades. Fue un choque muy fuerte. A pesar de todas las veces que lloré, me lo pasé genial, la mejor experiencia que nunca he tenido. Impresionada por el amor que me he traído a España. A día de hoy, me sigo hablando por internet con Helu y Manji, los amigos que hicimos y con los que me llevaba muy bien.